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Unas cinco semanas después de ser engendrado ya empieza a formarse el corazón del feto. A las diez ya puede oírselo latir con monitores de ultrasonidos. Es, sin duda, uno de los momentos más emocionantes para los futuros padres, y uno decisivo para el desarrollo y vida futura del bebé: motor autónomo de nuestro sistema circulatorio, alimento de los órganos y del movimiento. Pero, ¿qué sucede si no marcha bien?

Según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de discapacidad y mortalidad en todo el mundo, y en este ámbito, uno de los problemas que más preocupan son las cardiopatías congénitas (aquéllas presentes en nuestros genes desde la fecundación). Solo en España nacen cada día diez bebés con alguna de ellas: defectos en el corazón (en sus válvulas, cavidades, venas o arterias) que pueden ser leves o bastante serios. Hay hasta 300 diagnósticos distintos de cardiopatías congénitas, pero en la mayoría de ellos se requiere atención médica y en muchos casos también tratamiento u operaciones quirúrgicas (sí, en plural, porque dependiendo de la gravedad pueden hacer falta varias cirugías a lo largo de la vida del paciente). 

No es un tema baladí, ya que muchos de los niños y jóvenes que las padecen, además del problema médico, sufren retrasos en el desarrollo o dificultades de aprendizaje por el absentismo escolar asociado, sin olvidar los trastornos psicológicos y los problemas de integración que pueden suponerles.

Afortunadamente, gracias a la ciencia médica y al soporte tecnológico, la detección es cada vez más temprana, incluso desde el vientre materno, con lo que se puede poner remedio o, cuanto menos, vigilar su desarrollo para paliar en lo posible las consecuencias. La tecnología ha estado presente en la cardiología desde muy temprano, desde los primeros marcapasos (en 1958) hasta la inteligencia artificial que se utiliza hoy día para, precisamente, esa detección temprana de enfermedades o los primeros nanovectores que llegan de forma autónoma a las células del corazón y se implantan en su núcleo para liberar agentes para el tratamiento.

Arritmias, un síntoma, no una enfermedad

Otro problema cardíaco bastante común (que puede tener un origen congénito o no) son las arritmias -trastornos de la frecuencia o el ritmo cardíaco-. En este caso no es una enfermedad en sí, sino un síntoma de que algo no marcha bien y que puede pasar sin provocar daño alguno o ser un signo de un riesgo inmediato para la salud. En total se estima que afectan a más de 10 millones de personas solo en Europa, y que uno de cada tres de nosotros ha sufrido o sufrirá alguna.  

Uno de los proyectos más innovadores en este sentido es la plataforma Corify, tecnología creada por el ingeniero español Andreu Climent para diagnosticar las arritmias facilitar su tratamiento, y que ha recibido recientemente el galardón al mejor innovador europeo del año en los EIT Awards del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología. Mediante este sistema, que combina hardware (sensores y amplificadores) con tecnología de procesamiento de imagen de alta calidad, es posible identificar el origen de las arritmias y guiar en consecuencia la cirugía para eliminar el problema.

Sin duda veremos más avances en esta era de la investigación sanitaria. Desde Alegra Salud apoyamos y aportamos soluciones, como M-chronic, para ayudar tanto a pacientes crónicos, y muchos cardíacos, como a los médicos que les prescriben el tratamiento en la monitorización de sus parámetros biométricos. Desde el corazón, aprendamos juntos a protegernos.