Seleccionar página

Seguro que alguna vez te has percatado de la cantidad de comida que desperdiciamos. Según datos de la FAO (Food and Agriculture Organization) en Europa un 12% de los alimentos se pierde o se desperdicia en la etapa de manipulación y almacenamiento previa a la transformación, un 5% en la etapa de procesamiento y un 9% en la etapa de distribución y comercialización, ¡y eso sin contar con lo que tiramos en nuestras casas!: unos 170 kg por persona al año solo en España. Y no somos el peor país, en Alemania, Holanda o Francia la situación es aún peor.

El informe Food Waste Index Report 2021 estima que el desperdicio en los hogares, comercios retail y restauración asciende a 931 millones de toneladas anuales, y más de la mitad (570 millones) se produce en el ámbito doméstico. Para evitarlo, las mejores herramientas son planificación, concienciación, ¡y también educación nutricional! 

Muchas veces desechamos un alimento por ‘miedo’ o preocupación de que esté caducado o en mal estado. Si son frescos, la vista y el tacto nos pueden ayudan a decidir. Pero incluso así siempre miramos las etiquetas, ¿verdad?  Pues se calcula que un 20% de ese malgasto de alimentos se debe a la confusión sobre los datos que aparecen en el etiquetado de los productos y a que aún no tenemos claras las diferencias entre el consumo preferente y la fecha de caducidad.

¿Preferente o caducado?

Dejemos claro, antes de empezar, que puede haber distintas nomenclaturas (la fecha de consumo preferente y la de consumo recomendado son la misma). Hasta ese día, el producto mantendrá todas las características que le definen: sabor, aroma, textura, etc. A partir de entonces, aunque se pueda consumir, ya no se garantizan sus propiedades organolépticas. Así, ingerir el alimento después de esa fecha no implicaría ningún riesgo sanitario.

Por el contrario, una vez superada la fecha de caducidad, el producto no es adecuado para el consumo y no debe tomarse bajo ninguna circunstancia pues sí puede suponer un riesgo para la salud. Además, en caso de ser ingerido, no existe responsabilidad legal alguna del fabricante en cuanto al daño que pueda causar. Difícilmente un producto caducado puede producir la muerte en un país como España, con un sistema sanitario global y avanzado, pero sí pueden darse casos de intoxicaciones o infecciones bacterianas y a veces muy graves, así que cuidado con éstos. 

Recordemos que el ODS 12.3 tiene por objetivo reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita para 2030 en la venta al por menor y el ámbito doméstico, pero también a nivel industrial y agrícola, ya que este desperdicio no solo complica los sistemas de recogida y recuperación de basuras, sino que además aumenta la inseguridad alimentaria y contribuye a los tres grandes factores del cambio climático: pérdida de la biodiversidad, contaminación y desperdicio. 

Apliquemos nuestro granito de arena particular en este sentido con una compra y una gestión de nuestra despensa más racional y consciente.