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Estar en un hospital es, ya de por sí, una situación de riesgo. Nos ingresan por una circunstancia de inestabilidad (vigilancia), para solucionar algún problema (quirófano) o por necesidad de cuidados constantes. Vamos, claro, a curarnos y sin embargo, aun ahí, cada año se producen en el mundo 134 millones de eventos adversos por atención poco segura, lo que provoca 2,6 millones de muertes . También en los centros de atención primaria y ambulatoria cuatro de cada diez pacientes sufren daños de diversa consideración, según estima la OMS.

¿Qué entendemos por eventos adversos? Los errores en la medicación son uno de los más numerosos (algunos inocuos, pero otros pueden causar lesiones graves); también las infecciones contraídas en el entorno sanitario (en torno a un 10% de los pacientes hospitalizados en todo el mundo sufre alguna). No podemos olvidar los procedimientos quirúrgicos poco seguros (falta de higiene, pero también falta de material o vestimenta inadecuada para los profesionales) o los problemas derivados de prácticas de inyección o de transfusión poco seguras (con el consiguiente riesgo de contraer esas infecciones de las que hablábamos o, en casos más serios, virus como el VIH o la hepatitis). Y, por supuesto, los diagnósticos erróneos, que pueden llevar, a su vez, a errores en la medicación, etc. Y todo ello sin contar el enorme gasto económico derivado, que también habría que tener en cuenta.

La seguridad del paciente no es baladí, y entronca directamente con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 3: Salud y Bienestar, en concreto con el punto 3.8, que se propone lograr la cobertura sanitaria universal y el acceso a servicios de salud esenciales de calidad y a medicamentos y vacunas seguros, eficaces, asequibles y de calidad para todos. La Seguridad del Paciente engloba todos estos temas y para velar por ella Naciones Unidas creó la Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente en 2004, que celebra su día en septiembre.

Tecnología y cuidado

Hay mucho por hacer, y aunque la buena intención se presupone en un ámbito como el de la salud, es necesario también seguir trabajando desde todos los frentes para que los servicios sanitarios se presten de manera oportuna, equitativa, integrada y eficiente.  Así como establecer, desde las administraciones públicas y desde las propias organizaciones, políticas de calidad y auditoría que sean claras y realistas, y los medios necesarios para cumplirlas. 

Las Tecnologías de la Información Sanitarias (TIS) son ya una realidad que facilitan el registro, tratamientos, trazabilidad e incluso seguridad del entorno. Pensemos, por ejemplo, en algo sencillo como etiquetas RFID para la identificación de muestras biológicas, que podrían salvar ese problema de algunos de los errores de diagnóstico o aplicación incorrecta de medicación. También sistemas de seguridad digitalizados para goteros, alertas automatizadas o monitorización digital aplicada al almacenaje que evite faltas o excesos de stock.

Y no olvidemos que las personas que participan en todos esos procesos son eso, personas. Profesionales del más alto nivel pero que pueden cometer errores en un momento dado (no olvidemos que lidian con un trabajo especialmente estresante y delicado). Para ellos, y por supuesto para los pacientes, toda ayuda es poca. 

En Alegra Salud pensamos que la conectividad puede salvar vidas en este terreno de la seguridad del paciente, y para ello promovemos herramientas de Smart Healthcare de localización y trazabilidad para la identificación unívoca de pacientes, profesionales, médicos y recursos. Así como de Inteligencia Ambiental, para monitorización y actualización inteligente del entorno (aplicable a quirófanos y entornos sanitarios) que permite la monitorización y regulación de la calidad del aire, la temperatura y otros factores ambientales dentro del entorno sanitario.

A menos errores, más salubridad y más humanidad.