En la atención sanitaria la seguridad es una de las premisas principales: la seguridad de los establecimientos, de los procesos, por supuesto de los pacientes y los profesionales, y, también, de los datos.
En el mundo de hoy, en que los dispositivos de toma de muestras, revisión y análisis son cada vez más inteligentes, los historiales médicos se digitalizan y la atención remota ha llegado para quedarse, está claro que la transformación digital es un hecho. El paciente comparte sus datos -información especialmente sensible, por otra parte- no solo con su médico, sino con los sistemas informáticos del hospital, de la consejería de sanidad correspondiente y con todo el personal intermedio, por lo que las garantías de protección deben ser tenidas en cuenta y abordadas de manera realista pero exhaustiva. Y eso sin contar con las decenas de aplicaciones de salud que proliferan y en las que tan alegremente metemos nuestros datos sin muchas veces verificar siquiera su origen: altura, peso, alimentación, presión sanguínea, alteraciones de la vista o el oído…. Seguro que la mayoría de nosotros tiene una o dos descargadas en su móvil.
El salto en calidad de la sanidad ha sido enorme, precisamente gracias a esta digitalización que agiliza enormemente los procesos y evita fallos humanos, pérdidas de expedientes o confusiones que, en estos casos, pueden suponer una vida. La analítica de datos, más concretamente, no solo sirve para saber quién es cada paciente, todas las interacciones médicas que haya podido tener o patrones en su comportamiento sanitario sino también para prever, por ejemplo, recuperaciones o recaídas. Además, y sobre todo, es útil a una escala mayor: gracias a los datos de salud podemos estudiar tendencias sanitarias en una comunidad, comparar síntomas y tratamientos de manera inmediata y abordar posibles epidemias, como la que acabamos de sufrir, de manera mucho más eficiente y rápida.
Tecnología sí, pero segura
Pero hay que ser cautos, empezando por los profesionales sanitarios: no todos están capacitados para, además de hacer bien su trabajo, manejarse con soltura con estas nuevas herramientas. Tampoco son aptas para todos los pacientes. Pensemos, por ejemplo, en las personas mayores que se han visto abocadas por la pandemia a realizar consultas por videoconferencia cuando ni siquiera saben manejar un ordenador.
Los profesionales de tecnología sanitaria tenemos la obligación de diseñar herramientas que sean útiles para todos, pero que también sean seguras y fáciles de manejar. En Alegra Salud nos tomamos muy en serio el desarrollo de las herramientas de asistencia de uso directo por el paciente, pero también las orientadas al profesional para el diagnóstico y el tratamiento, incorporando medidas de seguridad clínica, mediante sistemas de medición sin contacto que monitorizan a los pacientes con garantías, los algoritmos de cifrado especiales para la historia clínica digital y en movilidades, o sistemas biométricos de caracterización unívoca que permiten evitar errores clínicos.
Salud pública es también la seguridad de todos.