Uno de cada cuatro adultos mayores de 25 años sufrirá un accidente vascular cerebral en algún momento de su vida, según datos de la World Stroke Organization. A día de hoy, esta es la primera causa de muerte en la mujer en el mundo occidental, y solo en este año se esperan más de 12 millones de ellos, de los que casi la mitad tendrá un resultado fatal. Es el temido ictus o infarto cerebral, ni más ni menos que una interrupción en el riego de sangre hacia el cerebro que priva, por tanto, del alimento y oxígeno que esta transporta, a las células afectadas, dañándolas y matándolas en algunos casos. Aunque no olvidemos que también hay otro tipo de ictus (menos frecuente pero también preocupante), el hemorrágico, que se produce cuando el vaso sanguíneo se rompe y se produce un vertido de sangre en el área cerebral, provocando la compresión de los vasos y células de la zona afectada.
Por supuesto, el impacto de uno de estos ataques no es siempre el mismo. Dependiendo de su alcance y duración las consecuencias pueden ser ligeras (un gran susto) o muy graves, ya que esta falta de oxígeno en el cerebro puede resultar en la inutilización o ralentización de una o varias de sus áreas como la motora, el habla, la memoria, etc., y por tanto las consecuencias temporales o permanentes serían parálisis de parte del cuerpo o alguno de sus miembros, afasia, pérdidas de la capacidad cognitiva…
Aunque no siempre es posible, los sanitarios coinciden en que prevenir siempre es la mejor opción porque los tratamientos, si bien cada vez más eficaces, no aseguran la recuperación completa del paciente. Se sabe que la tensión alta, el tabaco, el sedentarismo, la obesidad o la depresión son algunos de los factores de riesgo comprobados, también la edad y los antecedentes familiares pueden ser determinantes. Y así, por tanto, sí hay muchas cosas que podemos hacer para que nuestro cuerpo en general y nuestro sistema circulatorio en particular se mantengan en forma y, por tanto, sean menos susceptibles de un ictus: el ejercicio regular, una alimentación equilibrada o controlar los niveles de azúcar y colesterol y la tensión arterial.
En cualquier caso, lo principal es conocer los síntomas y buscar, cuanto antes, atención médica, ya que mientras más tiempo está el cerebro privado de oxígeno, más se pueden extender los daños en la corteza cerebral. Estemos atentos, en nosotros mismos o en las personas de nuestro entorno, a señales como la pérdida de visión o de fuerza en un lado del cuerpo, la desviación de la comisura de la boca (inicio de parálisis), dificultades para hablar o expresarse, pérdida de sensibilidad en alguna parte del cuerpo o pérdida repentina del equilibrio y, ante uno o varios de ellos, acudamos lo más rápido posible a un centro hospitalario donde realizarán un control más exhaustivo y pueden ponernos en observación para tratar de prevenir otros ataques isquémicos sucesivos y, por tanto, consecuencias más graves.
En los casos en que ya se haya sufrido uno de estos incidentes, es aún más importante el control y el seguimiento médico, teniendo en cuenta parámetros como la tensión arterial, la glucosa en sangre o el colesterol algo que, hoy día, la tecnología permite realizar de manera remota y mucho menos intrusiva para el paciente,como las soluciones Follow up y Alegra diabetes de Alegra Salud, pensadas para acompañar en este mejora de nuestro tratamiento. También ofrecemos proyectos a medida para el apoyo a la vida independiente, acercando la tecnología a la vida diaria de personas con necesidades especiales.