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Consultas telemáticas, cirugías robóticas, sensores de vigilancia de constantes y otros parámetros vitales… El cuidado y vigilancia de la salud se hace cada vez más digital, también la investigación médica, que se apoya en la matemática y la física computacional para la creación de, por ejemplo, gemelos digitales en los que realizar pruebas y estudios; o en la ingeniería para diseñar exoesqueletos que permiten, por ejemplo, moverse a personas con daños neurológicos. Según el informe The Future of Health, de Deloitte, las fronteras tradicionales del sector tienden a disolverse, y el futuro de la salud y la sanidad verá próximamente toda una revolución que, en resumen, consistirá en pasar de un sistema ‘reactivo’ y basado en tratamientos a otro enfocado a la prevención y el bienestar. 

Estas son algunas de las tendencias más claras que veremos en los próximos meses: 

  • Bioimpresión: La impresión 3D es una de las grandes esperanzas (ya realidades) de la medicina actual. Desde simples tejidos que permiten reparar órganos dañados hasta vasos sanguíneos y órganos completos (todo ello utilizando como material un cultivo de células mezclado con sustrato). Además, claro, de prótesis totalmente personalizables tanto para insertar en el cuerpo como en forma de exoesqueletos más o menos complejos.
  • Genómica: El estudio del ADN es cada vez más exhaustivo gracias a la computerización y a la intervención de la inteligencia artificial. El mapeado del ADN de una persona permite no solo mejorar su salud actual, sino también prevenir enfermedades aún no detectadas y tratarlas. Este es uno de los campos donde, cada vez más, intervienen  ingenieros, analistas de datos y desarrolladores además de los médicos.
  • Energía humana: Nuestro cuerpo produce energía -latidos, pulso, respiración-. Ya hace unos años que los científicos estudian cómo aprovecharla o, más bien, cómo no desperdiciarla y poder almacenarla en ‘nanocentrales’ que puedan servir para alimentar dispositivos como marcapasos o bombas de insulina.  Aunque los ensayos clínicos en humanos para usos médicos internos como estos ejemplos que comentamos aún no se han completado, ya hay ejemplos de pruebas en las que se utiliza esa energía ‘humana’ (la respiración o el movimiento) para, por ejemplo, cargar el móvil. Es cuestión de tiempo que veamos un uso cotidiano de esta energía propia para mejorar el bienestar.
  • Investigación en enfermedades del cerebro: Todavía es el órgano del que menos sabemos, en comparación con el resto. Y puesto que el cerebro alberga nuestro ‘yo’ humano, cualquier trastorno supone un gran impacto en la salud (y no hablemos de la economía, ya que también son la principal causa de discapacidad). Se calcula que una de cada tres personas en el mundo sufre algún trastorno neurológico empezando por migrañas, y el aumento de la esperanza de vida ha multiplicado la incidencia de enfermedades como Alzhéimer o Párkinson. También la duración de los tratamientos, lo que hace más interesante la investigación en este campo y mejora las posibilidades de estudiar y por tanto avanzar en el diagnósticos más precisos.
  • Comunidades virtuales de pacientes: Igual que las actuales redes sociales, veremos cada vez más comunidades de pacientes -en las que también pueden participar profesionales sanitarios- para compartir información sanitaria online de manera rápida y fiable. Son muy útiles para realizar estudios clínicos con los que avanzar en la investigación, pero también para el día a día de estos pacientes, ya que se pueden utilizar para difundir hábitos saludables o para ofrecer apoyo a personas con enfermedades crónicas.

La incorporación cada vez mayor de la tecnología a la sanidad supone, en general, un salto cualitativo, y la gran velocidad de la innovación en este sentido supondrá, esperamos, una mejora de la calidad de vida y la mejora en el tratamiento de muchas enfermedades o dolencias.

Los profesionales de Alegra Salud investigamos estas tendencias para incorporarlas a nuestras soluciones lo antes posible, de manera usable y segura.