Seleccionar página

Albert Einstein, Isaac Newton, Beethoven, Andy Warhol… Se cree que ellos, entre muchos otros, han padecido Asperger, un trastorno neurológico que, según los últimos datos, sufrirían más de 44 millones de personas en todo el mundo.

Desde que el pediatra austriaco Hans Asperger describió sus síntomas en 1944 -dificultades para entablar amistad, para entender gestos o sentimientos de los demás, torpeza social, y conversaciones unilaterales sobre sus intereses favoritos- se ha avanzado mucho en su estudio, pero aún no se entiende del todo esta enfermedad. Hoy día se le encuadra entre los trastornos del espectro autista (TEA), pero se le diferencia del autismo clásico por ciertas características propias.

El paciente de Asperger, a pesar de tener una inteligencia normal o por encima de la media, puede no parecerlo por su inmadurez emocional, las rutinas que se autoimpone y que, de romperse, pueden llegar a alterarle enormemente; sus sentimientos de incomprensión por no saber enfrentarse a las normas sociales, etc. Claro que la manifestación de estos síntomas es distinta en cada individuo, por lo que es fundamental un diagnóstico profesional que identifique y certifique su presencia.

Entre las causas se encuentran los factores neurobiológicos en primer lugar, pero también hay un componente genético (se estima que la posibilidad de heredarlo es del 90%). Por eso, aunque se trata de un síndrome único y que se suele manifestar en la infancia, también hay casos que se descubren en la adolescencia o la edad adulta.

A día de hoy no existe tratamiento preventivo ni cura, pero sí se han desarrollado técnicas de carácter psicoeducativo y sistemas de apoyo, muchas veces asistidos por tecnología, que mejoran la calidad de vida tanto de los pacientes como de sus familiares. En general, se basan en ayudarle a llevar una vida ‘normal’ e independiente en la que pueden estudiar, trabajar y desarrollar relaciones afectivas tanto con la familia como con posibles amigos o parejas. 

Desarrollar la comunicación y establecer pautas de comportamiento es clave, por lo que se suele realizar un proceso de entrenamiento al que, además de los profesionales especializados, ayudan las herramientas digitales gamificadas o con realidad virtual, gracias a las cuales pueden practicar estas habilidades en un entorno seguro y amigable para ellos e ir ‘pasando de nivel’. De este modo la experiencia puede ser totalmente personalizable y adaptada a las necesidades de cada paciente y de sus familias.

Si bien puede parecer que la tecnología puede aislar más aún el comportamiento, estas herramientas bien diseñadas, consiguen justamente el efecto contrario. En Alegra Salud hemos realizado varios proyectos de la mano de asociaciones de pacientes y psicólogos clínicos para trabajar desde el reconocimiento de las emociones con el uso de pictogramas, hasta terapias de atención usando neurofeedback y sensores de señales biológicas que ayuden a la calidad de vida de las personas que sufren trastornos de espectro autista. La ciencia sigue avanzando y se siguen estudiando nuevas técnicas cognitivas basadas en la interacción con robots sociales y realidad virtual que, esperamos, estarán disponibles muy pronto.